
Pero el paso del tiempo poco cambió en relación con la idea que se tiene de la mujer y rápidamente los cosméticos entraron en desuso por razones religiosas.
La obra Mesa de los pecados capitales, de El Bosco (XV-XVI) en su apartado relativo a la Soberbia, representaba a una mujer ricamente vestida, contemplándose en un espejo que sostiene el diablo. Los tratados sobre la educación de las mujeres denuncian la falsedad de los cosméticos y sus peligros, por lo que suponían de manifestación de exhibicionismo y narcisismo. Luis de León dice en La perfecta casada
“Flor del tesoro de la belleza” es una obra atribuida a Manuel Dies de Calatayud (siglo XIV-XV) en la cual se habla del quehacer estético de la mujer medieval.
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